Sonido Pancho en escena; historia sonidera parte 2
La historia de Sonido Pancho comenzó en 1968, cuando doña Panchita, madre de siete hijos, compró una consola de audio. La oportunidad llegó cuando una vecina de la colonia Morelos le rentó el equipo para celebrar unos XV años en la vecindad de la calle Pintores. Fue ahí donde Francisco, el hijo mayor, hizo su primera presentación, marcando así el inicio de “La Máquina de la Salsa”, como hoy se le conoce a Sonido Pancho. El nombre no solo surgió por el estilo salsero de Tepito, sino también por la cercanía con otros íconos del movimiento como Polymarchs, “La Disco Máquina”.
Según Jesús, conocido como Chucho, el hijo menor de doña Panchita y actual encargado del sonido, en ese tiempo los sonideros no solían tener nombre: “Todo empezó como un hobbie. Fue por casualidad, pero después de ese primer evento, Pancho empezó a tocar en distintas vecindades del barrio.”

El gusto por la música tropical fue clave para el surgimiento de Sonido Pancho. A los hermanos González les apasionaba coleccionar discos de acetato, en especial aquellos que databan de las décadas de 1940 a 1960. La influencia del cine de rumberas y la migración cubana a México impulsó su interés por agrupaciones como La Sonora Matancera, cuya discografía fue una de las primeras en formar parte de su colección.
“Mis hermanos comenzaron a reunir música tropical por ese boom del cine y porque muchos cubanos llegaron al país”, recuerda Chucho, el menor de la familia, mientras trabaja en su computadora rodeado de consolas, vinilos y recuerdos del ambiente sonidero.
Durante los años setenta, cuando el movimiento sonidero crecía con fuerza en distintas colonias de la Ciudad de México, las fiestas en las vecindades se trasladaron a las calles debido al aumento del público. Así nació La Esquina del Movimiento, un icónico baile callejero impulsado por los González en el corazón del Barrio Bravo.
“Fuimos de los primeros en hacer algo así. El baile empezó en 1985 y duró hasta 1995, en la intersección de las calles Pintores y Alfarería”, cuenta Chucho. El nombre surgió de un tema de La Sonora Matancera y de la propia vibra del lugar, ya que la calle Pintores era un punto muy activo donde se pintaban autos y había constante movimiento.
Sin embargo, con el tiempo, el evento fue limitado por las autoridades debido a los pleitos y el ambiente cada vez más conflictivo. “Ya no era solo la gente del barrio; venía banda de la Guerrero, la Peralvillo, La Merced… y también empezamos a tocar en otras zonas, no solo en Tepito”, concluye Chucho.

A lo largo de más de cinco décadas, Sonido Pancho ha trascendido las calles de Tepito para llevar su estilo chilango-tropical a escenarios nacionales e internacionales. Se ha presentado en diversas ciudades de Estados Unidos, participó en el Vive Latino 2015 —uno de los festivales más importantes de América Latina— y ese mismo año llegó a España, como parte de un intercambio cultural donde compartió escenario con un picotero, la versión colombiana del sonidero. “Allá tocamos como antes, con puros discos de acetato”, comenta Chucho, recordando con gusto la experiencia.
Incluso, su presencia quedó registrada en el cine mexicano. En 1976, Sonido Pancho apareció en la película “Chin Chin el teporocho”, basada en la novela de Armando Ramírez, escritor y cronista del barrio. “La participación se dio porque Armando es vecino, él también es de Tepito”, explica Chucho, mientras se alista para una presentación nocturna en Tlalnepantla, Estado de México.
Otro rasgo distintivo del sonido ha sido la rotación de voces al micrófono. A lo largo de los años, diversos locutores —principalmente amigos y familiares— se han encargado de animar las fiestas y mandar saludos. Entre los más recordados por la comunidad están Gustavo Serrano (Sonido Jasso La Voz) y Jorge Romero, mejor conocido como La Voz del Barrio de Sonido Berraco. Sin embargo, desde 1985, el corazón musical del proyecto ha estado en manos de Chucho, el menor de los González, quien tomó el relevo después de sus hermanos El Inglés y Morusas.
“El primer locutor fue mi hermano Pancho, pero al casarse se alejó del sonido”, cuenta. Aunque el micrófono nunca fue su fuerte, Chucho es considerado un verdadero conocedor de la música tropical, herencia directa de una familia donde el ritmo y los acetatos han sido parte del día a día.
Chucho lo tiene claro: ser locutor de sonido no es cosa fácil. Quien tome el micrófono debe conocer al público, moverse con naturalidad entre los nombres, los saludos, y el caló del barrio. “Un buen locutor tiene que saber quién es quién en el baile. Debe tener memoria y un estilo propio. Eso no se aprende de un día para otro”, afirma con convicción.
Y es que Sonido Pancho, más que un equipo, es considerado por muchos como una escuela: un espacio donde se han formado locutores, DJs y nuevos sonideros. “Trato de compartir mi experiencia con los nuevos —dice mientras observa a su sobrino Osvaldo (Disco Móvil Osvi)—. Él tiene buen oído, puede reconocer una canción con solo unos segundos. Eso es algo que no cualquiera puede hacer.”
La Máquina de la Salsa no solo ha sido pionera en estilo, sino también en curaduría musical. Chucho recalca que mucho del repertorio tropical que hoy se baila en las calles y salones no proviene de la radio, sino del esfuerzo de los sonideros. “Nosotros hemos traído salsa, cumbia y más. Vamos a lugares como el Peñón de los Baños, Aragón o Puebla para consolidar nuestra propuesta. Muchas canciones que ahora son éxitos llegaron por nosotros, no por la radio.”
Consciente de que los tiempos han cambiado, reconoce que el internet ha transformado la manera en que se consigue música. “Antes había que buscarla, conocerla, intercambiarla. Ahora con un clic tienes todo. Pero lo que no se puede descargar es la experiencia, el olfato para saber qué canción va a pegar.” Esa sensibilidad, afirma, se mantiene viva en Sonido Pancho gracias a su trayectoria, su oído entrenado y una red de contactos que se extiende dentro y fuera del país.
En tiempos de velocidad digital, Sonido Pancho sigue firme, combinando clásicos del género tropical con propuestas frescas, muchas de ellas enviadas directamente por artistas emergentes. Y así, fiel a su esencia y a su barrio, La Máquina de la Salsa sigue sonando —y formando— desde el corazón de Tepito para el mundo.