Historia y leyenda del perro Xoloitzcuintle en la tradición de Muertos

Kenia Espinosa

2025-10-29

El Xoloitzcuintle: un puente entre el mito prehispánico y el compañero leal de nuestros días.

Xoloitzcuintle y Día de Muertos: El guía de cuatro patas en el camino al Mictlán

En el corazón de las tradiciones del Día de Muertos, una figura canina de origen prehispánico ocupa un lugar especial: el xoloitzcuintle. Este perro sin pelo, originario de México, es más que una mascota; en la cosmovisión de las culturas mesoamericanas, es el compañero indispensable para que las almas de los difuntos inicien su complejo viaje hacia el Mictlán, el inframundo.

Perro Xoloitzcuintle sentado en un campo de flores de cempasúchil. La escena representa el camino que, según la tradición del Día de Muertos, el perro ayuda a las almas a recorrer.

La conexión de este can con la festividad que honra a los muertos tiene raíces profundas que se extienden por más de siete mil años. Su nombre proviene del náhuatl: “Xólotl”, dios del ocaso y de la muerte, e “itzcuintli”, que significa perro. Para los mexicas, este animal era un representante terrenal del dios Xólotl, y su misión trascendía la vida.

¿Cuál era la misión del Xoloitzcuintle en el viaje de los muertos?

Las antiguas civilizaciones, como la azteca y la maya, creían que después de la muerte, las almas debían emprender un largo y peligroso viaje de cuatro años a través de los nueve niveles del Mictlán. Para superar el primer obstáculo, un río ancho y profundo llamado Apanohuacalhuia, el difunto necesitaba la ayuda de un xoloitzcuintle.

 Ilustración de un esqueleto, representando a un difunto, caminando junto a un Xoloitzcuintle en el Mictlán. La imagen plasma la leyenda del perro como compañero inseparable en el viaje al más allá.

Según la tradición, el perro esperaba a la orilla del río para ayudar a cruzar a las almas. Sin embargo, el can solo asistía a aquellas personas que en vida habían tratado bien a los animales. Si una persona había sido cruel, el xoloitzcuintle se negaría a ayudarla, condenando al alma a vagar por la ribera por la eternidad.

 Un Xoloitzcuintle en un campo de cempasúchil con dos calaveras gigantes de cartonería al fondo. La imagen une tres elementos clave de la celebración del Día de Muertos en México.

Esta creencia explica por qué en muchos entierros prehispánicos se han encontrado restos de estos perros junto a los de sus dueños. Las familias sacrificaban a un xoloitzcuintle y lo enterraban con el fallecido para asegurar que tuviera un guía en su travesía final.

El color del perro: Un detalle clave para guiar a las almas

La leyenda no solo destaca la importancia del perro, sino también el simbolismo de su color. Se creía que un xoloitzcuintle de color negro no podía ayudar a cruzar el río, pues su tonalidad indicaba que ya se había sumergido en sus aguas y había guiado a suficientes almas.

Perro Xoloitzcuintle de color claro de cuerpo entero. Según la leyenda del Día de Muertos, el color del perro era un factor clave para determinar si podía ayudar a un alma a cruzar al Mictlán.

Por otro lado, un perro de color muy claro o blanco tampoco era apto para la misión. Su falta de pigmentación sugería que no había cruzado el río antes y, por lo tanto, no estaba dispuesto a hacerlo. El perro ideal para acompañar al difunto era aquel de color gris o bermejo, un tono intermedio que simbolizaba el equilibrio perfecto para cumplir su sagrado deber.

El Xoloitzcuintle en la actualidad: Un símbolo vivo de la cultura

Hoy en día, el xoloitzcuintle ya no es sacrificado, pero su figura sigue siendo un elemento fundamental en las ofrendas y altares del Día de Muertos. Se le representa con estatuillas de barro o se incluyen imágenes suyas para recordar su papel como protector y guía espiritual.

Perro Xoloitzcuintle con el cuerpo pintado como esqueleto y un collar de flores de cempasúchil, participando en las festividades del Día de Muertos.

En muchas comunidades, la presencia de un xoloitzcuintle durante las festividades es vista como un buen augurio. Se cree que estos perros tienen la capacidad de percibir la presencia de los espíritus y de proteger los altares que las familias preparan con devoción para sus seres queridos.

 Un perro Xoloitzcuintle de color oscuro posa junto a flores de cempasúchil. Su porte majestuoso evoca su rol sagrado como guía de las almas en la tradición del Día de Muertos.

La relación entre el xoloitzcuintle y el Día de Muertos refleja la profunda conexión que la cultura mexicana mantiene con sus raíces prehispánicas. Este noble can de cuatro patas encarna la lealtad que trasciende la vida y la muerte, recordándonos que en el viaje final, nadie debería estar solo. Su legado ancestral lo convierte en un símbolo vivo de una de las celebraciones más hermosas y significativas de México.

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