Estos pequeños triunfos del día a día te reinician la vida, ¿te ha pasado?
A veces parece que el día se nos viene encima. Entre el trabajo, la casa, los niños y las cuentas, encontrar un motivo para sonreír puede ser una misión imposible. Pero, ¿qué crees? La vida está llena de pequeños momentos, de triunfos chiquitos que, si les ponemos atención, son como un shot de energía, como cuando empieza a sonar esa cumbia que te pone a bailar sin que te des cuenta.

No hablamos de ganarse la lotería ni de encontrar al amor de tu vida en el microbús. Hablamos de esas victorias silenciosas, de esos instantes que solo tú entiendes y que te hacen pensar: “¡Eso, chiquita! Hoy sí la armaste”. Son esos apapachos que nos damos a nosotras mismas y que nos recuerdan que, a pesar de todo, vamos por buen camino.
Encontrar dinero en un pantalón que no usabas
Es un clásico, pero nunca falla. Estás haciendo la limpieza del clóset o simplemente agarras ese pantalón que tenías arrumbado desde el último bautizo. Metes la mano en el bolsillo sin esperar nada y, de repente, sientes un billete. No importa si son 20 o 100 pesos, la sensación es la misma: es dinero gratis, un regalo del universo o de tu “yo” del pasado que fue muy considerada. Ese dinerito ya tiene destino: para el antojito de la tarde, para completar el pasaje o para ese gustito que te querías dar. Es una señal divina de que el día va a mejorar.

Que el camión llegue justo cuando tú llegas a la parada
La escena es clásica: vas corriendo, con el tiempo justo, pensando que ya se te fue el transporte. Llegas a la parada, con el corazón en la boca y el pulmón a punto de salirse, y en ese preciso instante, ves que tu camión o tu combi viene llegando, casi como si te estuviera esperando. Mejor aún: a veces hasta viene vacío y encuentras lugar para sentarte. Es una sincronización perfecta con el universo que te ahorra minutos valiosos y te hace sentir que, por hoy, los astros están de tu lado.

Que todos los semáforos te toquen en verde
Ya sea que vayas manejando o en el transporte público, una racha de semáforos en verde es una bendición. Sientes que vas volando, que el camino se abre para ti y que nada te puede detener. Es como si la ciudad entera se pusiera de acuerdo para que llegues a tiempo a tu destino. Es una pequeña victoria contra el tráfico y el estrés de la ciudad, un respiro que te permite avanzar sin interrupciones y te pone de muy buen humor.







