Lo que callamos las del mandado: La psicología detrás de nuestras tragedias cotidianas
Ir a hacer el mandado es una misión de alto riesgo. No es solo una lista de compras; es una batalla estratégica contra el tiempo, el presupuesto y, a veces, contra el destino mismo. Todas conocemos esa sensación de triunfo al salir del mercado o del súper con todo lo necesario, sintiéndonos las heroínas del hogar. Pero también conocemos el dolor de esas pequeñas tragedias que pueden arruinar nuestra victoria en segundos.

Son dramas silenciosos, micro-infartos que solo nosotras entendemos. Por eso, en Sabrosita 590, hemos decidido romper el silencio y hablar de “lo que callamos las del mandado”: esas tragedias cotidianas que, aunque parecen chiste, tienen una explicación psicológica muy real.
Tragedia #1: La Maldición de la Fila Lenta
Es una ley universal no escrita. No importa cuántas cajas haya abiertas, tú siempre, pero siempre, te formarás en la que se volverá la más lenta del universo. Es una tragedia en tres actos:
- Acto 1: La Elección. Analizas todas las filas. Eliges la que tiene menos gente o la que parece avanzar más rápido. Te sientes una genio de la estrategia.
- Acto 2: El Arrepentimiento. Justo cuando es tu turno, la persona de adelante saca un fajo de cupones, quiere pagar con los centavos que trae en una bolsita, o el código de un producto no pasa y el cajero grita: “¡Checa precio de las galletas de animalitos!”. Mientras tanto, ves con dolor cómo las otras filas avanzan como si fueran ríos.
- Acto 3: La Resignación. Aceptas tu destino. Sabes que ya es demasiado tarde para cambiarte de fila. Te quedas ahí, viendo tu vida pasar, mientras te preguntas qué hiciste mal para merecer esto.

Esto se conoce como la “ilusión de que la otra fila es más rápida”. Nuestro cerebro tiende a enfocarse en los momentos en que la otra fila avanza y a ignorar los momentos en que está detenida. Además, cuando estamos estresadas o con prisa, nuestra percepción del tiempo se altera y cada segundo de espera se siente como una eternidad.
Tragedia #2: El Aguacate Traicionero
Comprar aguacates es un acto de fe. Los eliges con un cuidado casi quirúrgico. Los tocas suavecito, les quitas el rabito para ver el color, le preguntas al del puesto: “¿Sale bueno, joven?”. Llegas a casa sintiéndote la reina del guacamole, lista para preparar la comida.

Y entonces, llega el momento de la verdad. Partes el aguacate por la mitad y… ¡la traición! O está negro y lleno de hebras, o está tan duro que podrías usarlo para clavar un clavo. No hay punto medio. Es una de las decepciones más grandes de la vida adulta, un golpe directo al corazón (y al menú del día).
Este es un claro ejemplo de “expectativas vs. realidad”. Ponemos toda nuestra esperanza en ese aguacate perfecto. La anticipación de disfrutarlo es tan grande que, cuando el resultado no es el esperado, la decepción se siente mucho más fuerte. Es el pequeño drama de la vida que nos recuerda que no todo está bajo nuestro control.
Tragedia #3: El Apocalipsis de la Bolsa Rota
Has sobrevivido a la fila, has elegido tus aguacates (con la esperanza de que salgan buenos) y vienes cargando las bolsas como si fueran trofeos. Ya casi llegas a tu casa, te sientes victoriosa. Y de repente, sin previo aviso, escuchas ese sonido desgarrador: el plástico cediendo.
Una de las bolsas se rompe. Los jitomates ruedan por la banqueta, los huevos se estrellan en una tragedia de yemas y cascarones, y la lata de chiles que iba hasta abajo ahora tiene una abolladura sospechosa. Todo tu esfuerzo, regado por el suelo.

Esto se relaciona con el “efecto del último obstáculo”. Cuando estamos a punto de completar una tarea, nuestro cerebro se relaja un poco. Esa pequeña distracción, combinada con el peso de la bolsa, crea el escenario perfecto para el desastre. La frustración es inmensa porque estabas a solo unos pasos de la meta.
Así que la próxima vez que te pase una de estas tragedias, respira hondo, comadre. No estás sola. Eres una guerrera del mandado y, como todas, a veces te toca perder una batalla. Pero mañana será otro día, con otra fila, otro aguacate y, con suerte, una bolsa que sí aguante.