La Leyenda de Jack O’Lantern: El Hombre que Engañó al Diablo y Creó un Símbolo de Halloween
Cada mes de octubre, las banquetas y las puertas de las casas se llenan de calabazas sonrientes o con muecas tenebrosas. Las encendemos por la noche, creando un ambiente de misterio y celebración. Pero, ¿alguna vez te has preguntado de dónde viene esta costumbre? Detrás de cada calabaza tallada se esconde una vieja leyenda irlandesa sobre un hombre tan astuto que hasta el mismo Diablo le tuvo miedo.

¿Quién fue Jack, el hombre que engañó al Diablo?
La historia, que ha pasado de boca en boca por generaciones, habla de un hombre irlandés conocido como “Stingy Jack” o “Jack el Tacaño”. Jack no era precisamente un ejemplo a seguir; era un borracho, un embustero y un manipulador de primera. Su fama era tal que llegó a oídos del mismísimo Diablo, quien, curioso por conocer un alma tan retorcida, decidió ir a buscarlo para llevárselo.

Una noche, el Diablo encontró a Jack en una taberna, bebiendo como de costumbre. Cuando le dijo que había llegado su hora, Jack, lejos de asustarse, le pidió un último trago como deseo final. El Diablo aceptó, pero como ninguno de los dos tenía dinero, Jack lo retó a convertirse en una moneda para pagarle al cantinero. El Diablo, soberbio, lo hizo. Pero en lugar de pagar, Jack rápidamente se guardó la moneda en el bolsillo, junto a un crucifijo de plata que llevaba. El crucifijo impidió que el Diablo volviera a su forma original, dejándolo atrapado. Jack solo lo liberó después de hacerle prometer que no se llevaría su alma en los próximos diez años.

Pasado el tiempo, el Diablo regresó. Esta vez encontró a Jack en el campo. De nuevo, Jack usó su astucia. Le dijo al Diablo que, como última voluntad, deseaba una manzana del árbol más cercano. El Diablo, sin ver la trampa, trepó al árbol para bajarla. Mientras estaba arriba, Jack llenó el tronco de cruces, dejando al Diablo atrapado otra vez. Para poder bajar, el Diablo tuvo que hacer una promesa mucho más grande: jamás, bajo ninguna circunstancia, se llevaría el alma de Jack al infierno.
Del nabo a la calabaza: Así nació el “Jack-o’-lantern”
Años después, Jack murió. Como era de esperarse, por su vida de pecados, no le permitieron la entrada al cielo. Sin otro lugar a donde ir, bajó a las puertas del infierno para pedir su lugar. Pero allí se topó con el Diablo, quien, resentido pero fiel a su promesa, le negó la entrada. “No puedo llevarme tu alma”, le dijo.

Cuando Jack se quejó de que no podía ver en la oscuridad y no tenía a dónde ir, el Diablo le arrojó un carbón encendido directamente de las brasas del infierno, un fuego que nunca se extinguiría. Para poder cargar la brasa y alumbrar su camino, Jack ahuecó lo primero que encontró: un nabo. Desde entonces, según la leyenda, el alma de Jack fue condenada a vagar eternamente entre el bien y el mal, iluminando su camino con su “linterna de Jack” (Jack’s lantern, que derivó en Jack O’Lantern).
¿Cómo llegó esta tradición a las calabazas?
La leyenda y la costumbre de tallar rostros en vegetales (originalmente nabos, papas o remolachas) para ahuyentar a los malos espíritus en la noche de “Samhain” (la festividad celta precursora de Halloween) fue llevada a Estados Unidos por los inmigrantes irlandeses en el siglo XIX.

Al llegar a su nuevo hogar, descubrieron que las calabazas, un fruto nativo de Norteamérica, eran mucho más grandes y fáciles de tallar que los nabos. La tradición se adaptó rápidamente, y la calabaza se convirtió en el lienzo perfecto para recrear la linterna del alma errante de Jack. Así, una leyenda irlandesa y un fruto americano se unieron para crear el símbolo más icónico de Halloween que conocemos hoy en día.







