La historia detrás de “Las Caras Lindas”: La grabación mágica de Ismael Rivera que hizo llorar a su compositor
Hay canciones que nacen para ser himnos, que se meten en el corazón de la gente y se quedan a vivir ahí para siempre. “Las Caras Lindas” de Ismael Rivera es una de ellas. Pero detrás de ese soneo que ha puesto a bailar a generaciones, existe una historia de conexión, genialidad y emoción que demuestra por qué a “Maelo” lo llamaban “El Sonero Mayor”.

Todo ocurrió en 1978, un año clave en la historia de la salsa. Ismael Rivera, una de las voces más importantes del género, se preparaba para dar vida a un nuevo proyecto musical que se convertiría en una pieza fundamental de su legado.
Un disco con causa y un coro de leyendas
En julio de 1978, Ismael Rivera comenzó a trabajar en su noveno álbum de estudio junto a su orquesta, Los Cachimbos. La producción se tituló “Esto sí es lo mío” y, desde su concepción, tuvo un profundo corte social. El disco estaba dedicado a La Perla, el histórico y popular barrio ubicado en la costa del Viejo San Juan, en Puerto Rico.

Para un proyecto tan especial, se necesitaba un equipo a la altura. El disco reunió en los coros a cuatro de las voces más grandes de la salsa en un mismo estudio: Héctor Lavoe, Rubén Blades, Néstor Sánchez y Adalberto Santiago. La mesa estaba servida para crear algo inolvidable.
La conexión de Maelo con un solo de tres
Dentro del repertorio del álbum se encontraba “Las Caras Lindas”, una composición del legendario Tite Curet Alonso. Según relata Javier Vázquez, pianista y director musical de Los Cachimbos, cuando Ismael Rivera escuchó por primera vez la pista guía de la canción, algo extraordinario sucedió.
Maelo quedó completamente impresionado por el solo del tres, un instrumento de cuerdas cubano, que había sido grabado por el músico Mario Hernández. Lo escuchó una y otra vez. Después de analizarlo, se volteó hacia Javier Vázquez y le dijo conmovido: “Óyeme, ahí Mario me está diciendo algo. Yo lo siento. Yo sé que él me está hablando”.
Esa tarde, “El Sonero Mayor” se llevó las cintas a su apartamento en Manhattan. La periodista Aurora Flores cuenta que Maelo pasó horas concentrado en esa melodía, chasqueando los dedos, tarareando las notas del tres e intentando imitar su sonido con sílabas, buscando descifrar el mensaje que sentía en la música.
Una grabación perfecta en una sola toma
El 2 de agosto de 1978, Ismael Rivera entró a los estudios La Tierra Sound. Con la melodía del tres grabada en su mente y en su espíritu, le pidió al técnico de sonido algo inusual: quería grabar su voz al mismo tiempo que sonaba el solo de Mario Hernández, como si estuvieran conversando en tiempo real.

Lo que pasó a continuación fue pura magia. La grabación se logró en un solo intento, sin necesidad de repetir absolutamente nada. Maelo improvisó un soneo que no llevaba escrito, adaptando sus palabras y su canto para que fluyeran como una respuesta directa al sonido del tres. Creó un diálogo musical perfecto en el momento.
Las lágrimas de Tite Curet Alonso
Días después, con el disco ya publicado, Ismael Rivera se reunió con su amigo, el compositor Tite Curet Alonso. Maelo le puso el vinilo con la versión final de “Las Caras Lindas”.
Al escuchar la interpretación, la emoción desbordó al autor. Tite Curet se echó a llorar, conmovido por la forma en que Maelo había dado vida a su letra y música. Ismael Rivera, al verlo, lo abrazó para consolarlo y le dijo una frase que quedó para la historia: “Si yo llego a saber esto, no te la grabo”.

Así quedó inmortalizada una de las canciones más emblemáticas de la música latina, gracias a la habilidad única de Ismael Rivera para leer los solos de los músicos y conversar con ellos a través de su voz, con un sabor y una destreza que lo confirmaron como el más grande de los soneros.