Sonora Matancera: La Historia de la Orquesta que se hizo eterna
Hay nombres en la música que son más que un simple recuerdo; son la banda sonora de nuestras vidas, de las fiestas familiares y de los bailes que unieron a generaciones. Uno de esos nombres, grabado con letras de oro, es el de la Sonora Matancera. Conocida como “El Decano de los Conjuntos de Cuba”, su historia es un fascinante viaje que comenzó hace un siglo y cuyo sonido sigue más vivo que nunca.

Esta es la historia de la agrupación que no solo definió un estilo, sino que se convirtió en la escuela y el trampolín para algunas de las estrellas más grandes de la música tropical.
Los inicios en Matanzas: El nacimiento de un sonido único
La historia comienza el 12 de enero de 1924 en Matanzas, Cuba. Bajo la dirección de Valentín Cané, un grupo de músicos locales formó la Tuna Liberal. Tras varios cambios de nombre, incluyendo Septeto Soprano, adoptaron finalmente el que los haría inmortales: Sonora Matancera, en honor a su ciudad de origen y al popular formato de las “sonoras”.

En la década de 1930, la orquesta se trasladó a La Habana, el epicentro musical de la isla. Fue allí donde, bajo la batuta de Rogelio Martínez, la Sonora Matancera perfeccionó su sonido. Su estilo era inconfundible: una base rítmica precisa, el piano de Lino Frías marcando el montuno, y el diálogo brillante de las dos trompetas, un sello que los distinguió.
La época de oro y sus estrellas inolvidables
La verdadera explosión de la Sonora Matancera llegó en las décadas de 1940 y 1950, cuando se convirtió en la plataforma de lanzamiento para una constelación de vocalistas legendarios.
Por sus filas pasaron voces que hoy son mitos de la música latina:
- Bienvenido Granda, “El Bigote que Canta”.
- Daniel Santos, “El Inquieto Anacobero”, con éxitos como “El Corneta”.
- Celio González, “El Satanás de Cuba”.
- Vicentico Valdés, con su voz suave.

Pero la figura que llevaría a la Sonora a otro nivel fue Celia Cruz, quien se unió en 1950. Con la Sonora grabó sus primeros grandes éxitos: “Burundanga” y “Cao Cao Maní Picao”. La orquesta fue su escuela y familia musical durante 15 años, y juntos crearon un sonido que conquistó el continente.
El exilio y la conquista del mundo
El 15 de mayo de 1960, la historia de la Sonora Matancera cambió para siempre. Debido a la revolución en Cuba, la orquesta viajó a la Ciudad de México y nunca más regresó a su tierra natal. Este exilio marcó el inicio de su etapa internacional.
Tras una exitosa estancia en México, la agrupación se estableció en Nueva York, desde donde se convirtió en una institución global de la música tropical, con giras por América Latina, Estados Unidos y Europa. Lejos de apagarse, su fama creció, convirtiéndose en un símbolo de la música cubana en el exilio.
La Sonora Matancera hoy: Un legado que sigue vivo
Con el paso de los años, los miembros fundadores fueron falleciendo, pero el legado de la Sonora Matancera nunca se detuvo. Tras la muerte de Rogelio Martínez en 2001, su hijo Rogelio Martínez Jr. tomó la dirección de la orquesta.

Hoy, a 100 años de su fundación, la Sonora Matancera sigue activa. Con su base en Las Vegas, Nevada, la orquesta continúa realizando presentaciones, manteniendo vivo el sonido clásico que la hizo famosa. Es la única institución musical de su tipo que ha tocado de manera ininterrumpida durante un siglo, un récord que demuestra la fuerza de su música.
Sus canciones siguen sonando en radios, fiestas y plataformas digitales, probando que el buen baile y el sabor no tienen fecha de caducidad.