El Tesoro Oculto de la Salsa: El día que Héctor Lavoe cantó para Ismael Rivera en su disco final
En la historia de la salsa hay momentos que parecen sacados de un sueño, uniones de talento tan grandes que se convierten en leyenda. Para los bailadores y amantes de la música con sentimiento, imaginar a dos de los más grandes, Ismael Rivera “El Sonero Mayor” y Héctor Lavoe “El Cantante”, juntos en un estudio, es el máximo nivel. Y aunque no compartieron un dueto como voces principales, ese momento mágico sí ocurrió.

En 1980, una de las voces más potentes y queridas de la salsa se preparaba para decir adiós a los estudios de grabación. Ismael Rivera, el hombre que le puso voz a la calle y al sentimiento del barrio, grabó el que sería su último álbum, una obra de despedida que, sin que muchos lo supieran en ese momento, contaría con la participación de otro gigante: Héctor Lavoe.
“Maelo, El Sonero Mayor”: La última cátedra de sabor
El álbum de despedida de Ismael Rivera fue lanzado en 1980 por el sello Tico Records y llevó por título “Maelo, El Sonero Mayor”, un nombre que reafirmaba su lugar en la historia. Para esta producción, Maelo no buscaba la fama que ya tenía de sobra; buscaba dejar un testamento musical, una última pieza de historia que resonara para siempre.

Aunque su salud ya no era la misma, su alma y su voz seguían intactas, cargadas de esa raíz y esa calle que siempre lo caracterizaron. Detrás de los arreglos musicales de este disco estuvo el maestro Javier Vázquez, quien ayudó a crear el sonido perfecto para la despedida del sonero.
Un coro de monstruos: Lavoe, Santiago y Allen
Lo que hace a este álbum una pieza de colección es, sin duda, el coro. Ismael Rivera no se rodeó de cualquiera para su última grabación. Convocó a tres de las voces más respetadas y potentes de la salsa para que lo acompañaran. El video lo describe a la perfección: eran tres monstruos.

En los coros de “Maelo, El Sonero Mayor” participaron nada más y nada menos que Héctor Lavoe, Adalberto Santiago y Tito Allen. Escuchar las canciones de este disco es ser testigo de un momento irrepetible: la voz principal de Maelo, con todo su peso y su historia, respaldada por la energía y el timbre inconfundible de Lavoe, la potencia de Adalberto y el sabor de Tito Allen. Fue un junte de leyendas, un acto de respeto y admiración de tres grandes cantantes hacia el maestro que se despedía.
Salsa dura con calle, raíz y sentimiento
El álbum está lleno de temas que se convirtieron en clásicos para los conocedores. Canciones como “Dueña de mi inspiración”, “Suena el bongó” y “Cachita” son ejemplos perfectos de la salsa dura, sin adornos, que Maelo defendió toda su vida. Cada canción lleva su sello inconfundible: el sonido de la calle, la profundidad de la raíz boricua y el sentimiento a flor de piel.
Después de esta grabación, Ismael Rivera no volvió a entrar a un estudio. Fue su último golpe sobre la mesa, su manera de dejar claro por qué, a pesar de todos los grandes soneros que vinieron después, él siempre sería “El Sonero Mayor”. Este disco no es solo música; es un pedazo de historia, el eco de una despedida legendaria y la prueba de que, en la salsa, los grandes siempre se reconocen entre sí.






