El legado prehispánico de la flor de cempasúchil
Originaria de México, su nombre proviene del náhuatl “Cempohualxóchitl”, que se traduce como “flor de veinte pétalos”. Para las culturas antiguas, como la mexica, el color amarillo y naranja de esta flor se asociaba directamente con el sol. Por esta razón, la utilizaban en rituales funerarios y ofrendas, con la creencia de que su resplandor iluminaría el camino de los difuntos en su viaje desde el Mictlán, el inframundo.

La leyenda de Xóchitl y Huitzilin también forma parte de este simbolismo. Se cuenta que, tras la muerte de Huitzilin en la guerra, su amada Xóchitl pidió al dios Tonatiuh reunirse con él. El dios del sol, conmovido, la transformó en una flor de un amarillo tan intenso como sus rayos. Cuando un colibrí, manifestación de Huitzilin, se posó en ella, la flor abrió sus veinte pétalos, liberando un aroma profundo. Así, el cempasúchil se convirtió en el símbolo del amor eterno que guía a las almas.
¿Dónde florece el camino de los muertos?
Para que las ofrendas de todo el país puedan contar con esta flor, miles de agricultores trabajan durante meses. El cultivo de cempasúchil comienza entre junio y julio para que la cosecha esté lista a finales de octubre.

El estado de Puebla se posiciona como el principal productor a nivel nacional, con más de mil 500 hectáreas dedicadas a su siembra. Le siguen otras entidades como Tlaxcala, Hidalgo, San Luis Potosí y el Estado de México, donde municipios como Atlacomulco, Tenango del Valle y Texcoco contribuyen de manera importante a la producción.
Más allá del cempasúchil: otras flores para la ofrenda
Aunque el cempasúchil es la protagonista, no es la única flor que adorna los altares. Otras especies complementan el significado de la ofrenda, cada una con un propósito especial.
Terciopelo o Cresta de Gallo
Conocida también como “mano de león”, esta flor de textura suave y color rojo o morado intenso se utiliza para simbolizar el duelo y el luto. Su presencia en el altar es un recordatorio del dolor de la pérdida, pero también de la sangre y la vitalidad de la vida.

Nube o Velo de Novia
Estos pequeños y delicados ramos de flores blancas son un elemento indispensable, especialmente en los altares dedicados a los niños fallecidos. El color blanco representa la pureza, la inocencia y la ternura de sus almas, creando un ambiente de paz y serenidad en la ofrenda.

Crisantemo y Clavel
En algunas regiones, también se utilizan otras flores como el crisantemo, que en muchas culturas es una flor asociada a los cementerios, y el clavel, que simboliza el amor y el recuerdo duradero hacia los que ya no están. La elección de las flores también puede depender de los gustos que tenía en vida la persona a la que se dedica la ofrenda.

Cada flor en el altar de Día de Muertos tiene una razón de ser, un mensaje que trasciende lo terrenal. Juntas, crean un tapiz de colores y aromas que no solo honra la memoria de nuestros difuntos, sino que también celebra el ciclo de la vida y la muerte, una tradición que sigue floreciendo en el corazón de México.






