“El Negro Bembón”: La historia de racismo detrás de la canción que todos hemos bailado
Una melodía que invita a mover los pies, un coro que se repite en fiestas y reuniones familiares, y un ritmo que se ha mantenido por décadas en el gusto de la gente. “El Negro Bembón” es un clásico indiscutible de la salsa, pero detrás de su música alegre se encuentra una narrativa que expone las tensiones raciales de una época.

La canción, popularizada por Cortijo y su Combo con la voz de Ismael Rivera, no es solo una pieza para bailar; es un reflejo de la sociedad puertorriqueña de los años 50, un período marcado por profundas divisiones sociales.
El contexto: Puerto Rico en los años 50
Para entender el origen de “El Negro Bembón”, es necesario viajar a Puerto Rico a mediados del siglo XX. La isla vivía una realidad social compleja, influenciada por la herencia del colonialismo español y la creciente presencia de Estados Unidos. En este escenario, el racismo era un elemento cotidiano que afectaba a la población afrodescendiente.

Fue en este ambiente que el compositor Bobby Capó, un músico mestizo y abuelo del hoy conocido cantante Pedro Capó, escribió la letra. Capó, con una aguda sensibilidad para captar las realidades de su entorno, creó una historia que, a través de la sátira y un ritmo contagioso, denunciaba una injusticia. La canción fue grabada en 1958, un momento en que la conciencia sobre la identidad y los derechos de la población negra comenzaba a tomar fuerza en la isla.
¿De qué trata realmente “El Negro Bembón”?
La letra de la canción narra un suceso trágico: el asesinato de un hombre negro. El motivo del crimen, según cuenta la canción, fue simplemente “ser bembón”, una característica física asociada a las personas de ascendencia africana. La historia se desarrolla como una crónica que, a pesar de su ritmo festivo de guaracha, describe un acto de violencia racial.

El relato avanza y muestra la llegada de la autoridad para investigar el hecho. Sin embargo, la investigación no arroja culpables. La respuesta que recibe el investigador es que al hombre “lo mataron por ser bembón”. Esta frase revela la normalización de la violencia racial, donde ni siquiera la autoridad parece interesada en esclarecer el crimen, sugiriendo que la víctima era responsable de su propio destino por sus rasgos físicos. La canción utiliza el humor y la ironía para señalar una verdad dolorosa: en esa sociedad, la vida de un hombre negro podía tener poco valor.
Cortijo y su Combo: La voz de la resistencia
Bobby Capó entregó su composición a la agrupación del momento: Cortijo y su Combo, con el legendario Ismael Rivera, conocido como “El Sonero Mayor”, en la voz principal. Esta elección no fue casual. Rafael Cortijo y su orquesta, compuesta mayoritariamente por músicos negros, estaban rompiendo barreras.
Ellos llevaron la música de bomba y plena, géneros de raíz africana tradicionalmente marginados, desde los barrios y los muelles hasta los grandes salones de baile y la televisión. Su éxito representaba una forma de resistencia cultural y un motivo de orgullo para la comunidad afro-puertorriqueña. Ismael Rivera, con su potente interpretación, no solo cantó la letra, sino que la convirtió en un himno. Él mismo afirmó que eran tiempos de revolución para la gente negra en Puerto Rico, y esta canción se inscribió en ese movimiento.
Una denuncia disfrazada de fiesta
A lo largo de los años, “El Negro Bembón” ha generado debate. Algunas personas la han señalado como una canción racista por el uso de ciertos términos. Sin embargo, un análisis más profundo, considerando su contexto histórico y social, la revela como una crítica social.
La canción utiliza el recurso del humor, muy presente en la cultura caribeña, para contar lo que de otra manera sería difícil de expresar. Es una “guaracha triste”, como se menciona en el video, que pone en evidencia el racismo sistémico. Frases como “esconde la bemba que ahí viene el matón” funcionan como una advertencia que refleja el peligro constante que enfrentaban las personas negras.

El tema no se burla de la víctima, sino del sistema que permite y justifica la violencia en su contra. Es un recordatorio de que, mientras la gente bailaba, existía una realidad de opresión y sufrimiento. La música se convirtió en el vehículo para transmitir un mensaje potente que, de otra forma, quizás no habría alcanzado la misma difusión. Así, “El Negro Bembón” se mantiene como un testimonio de cómo el arte puede servir para denunciar injusticias y preservar la memoria histórica, todo sin dejar de sonar en la pista de baile.






