La Trágica Historia de la Quincena: Nace, se Disfruta y Muere en Menos de 48 Horas
Hay un sonido celestial que une a millones de personas dos veces al mes: la notificación de la aplicación del banco anunciando que “ha recibido una transferencia”. En ese instante, el mundo se detiene, los problemas se desvanecen y una sensación de poder absoluto recorre nuestro cuerpo. Somos ricas, somos invencibles, somos las reinas del universo… por lo menos durante las próximas 48 horas.

Esta es la tragicómica historia de la quincena, ese fugaz periodo de abundancia que nace con gloria un viernes y muere en silencio un domingo por la noche, dejándonos en un modo de supervivencia extrema durante los siguientes 13 días.
El Nacimiento: El Viernes de Gloria y Poder Absoluto
El viernes de quincena no es un día cualquiera, es un estado mental. La jornada laboral se siente más ligera, los problemas parecen más pequeños y la sonrisa no se nos borra de la cara. Lo primero es lo primero: cumplir con las deudas sagradas que nos quitan el sueño. Un suspiro de alivio recorre el alma cuando se paga la tanda, se abona a la tarjeta de la tienda departamental o se le paga a la comadre lo que nos prestó.

Con la conciencia tranquila, empieza la verdadera magia. El cerebro entra en “modo millonaria” y comienza a planificar el fin de semana como si no hubiera un mañana. Frases como “¿qué se nos antoja cenar hoy?”, “mañana nos vamos al bailongo” y “el domingo hay que consentir a los niños” se convierten en nuestro mantra. En este punto, la calculadora no existe; solo hay sueños, antojos y la firme convicción de que “para eso trabajamos”.
El Apogeo: 48 horas de lujos, gustitos y la peligrosa frase “nos lo merecemos”
El sábado es el clímax de nuestra breve fortuna. Es el día de los “gustitos” que llevamos planeando dos semanas. Salimos de compras y esa blusa que nos guiñaba el ojo desde el aparador finalmente es nuestra. Pasamos por el mercado y compramos aguacate sin preguntar el precio, un verdadero acto de opulencia.

Por la noche, llega el momento de celebrar. Nos arreglamos con nuestras mejores galas, nos ponemos ese perfume que guardamos para ocasiones especiales y salimos a conquistar la pista de baile. La generosidad fluye como la cerveza y la peligrosa frase “¡yo picho la próxima ronda!” sale de nuestra boca sin pensarlo. En ese momento, somos el alma de la fiesta, las patronas del lugar.

El domingo, la celebración continúa con una comida familiar. Invitamos a todos a la barbacoa o a las carnitas, porque la familia es primero y verlos contentos no tiene precio… aunque unas horas después descubriremos que sí lo tenía, y era bastante alto.
La Caída: El Domingo de Realidad y el Lunes de Cruda Moral
Todo lo que sube tiene que bajar, y la caída de la quincena es dura y sin anestesia. El golpe de realidad suele llegar el domingo por la noche, cuando abrimos la aplicación del banco “nomás para ver”. El corazón se nos detiene. Vemos ese saldo de tres cifras y nos preguntamos: “¿En qué momento pasó esto?”.

Comienza el interrogatorio interno: “¿Por qué compré tres pares de zapatos si solo necesitaba uno?”, “¿Era necesario invitar a los primos de mi compadre a la fiesta?”, “¿En qué se me fue tanto dinero?”. La cruda moral del lunes es peor que cualquier resaca física.
De repente, la calculadora del celular se convierte en nuestra mejor amiga y peor enemiga. Hacemos cuentas, dividimos el poco dinero que nos queda entre los días que faltan y activamos el “modo supervivencia”. El tupper se vuelve nuestro compañero inseparable, las sopas instantáneas recuperan su protagonismo y la frase “no puedo, ando corta de dinero” se convierte en nuestra respuesta automática para cualquier invitación.

Así, pasamos los siguientes 13 días haciendo malabares, estirando cada peso y soñando con el próximo sonido celestial de la notificación del banco. Porque si algo sabemos, es que esta trágica historia de amor y desamor financiero se repetirá en 15 días. Y, sinceramente, ya la estamos esperando.