¿Por qué aguantamos la “mala copa”? La ciencia explica que el alcohol fue clave para la evolución humana
Para muchos, el consumo de alcohol es sinónimo de fiesta, celebración o un simple gusto al final del día. Y para otros, es la causa de la temida “mala copa” o la resaca del día siguiente. Pero, ¿y si te dijera que nuestra capacidad para procesar el alcohol no se desarrolló para las fiestas, sino como una herramienta de supervivencia que le dio a nuestros antepasados una ventaja crucial para evolucionar?

Una fascinante teoría científica sugiere que nuestra relación con el alcohol es mucho más antigua de lo que pensamos y está directamente ligada a una mutación genética que nos salvó en momentos de escasez.
La fruta prohibida que caía del árbol
Para entender esta historia, debemos viajar en el tiempo unos 10 millones de años. En ese entonces, nuestros ancestros primates vivían principalmente en los árboles, alimentándose de frutas frescas. Sin embargo, los cambios climáticos comenzaron a reducir los bosques, obligándolos a bajar al suelo para buscar comida.

En el suelo del bosque, se encontraron con un nuevo recurso: fruta que había caído de los árboles y que, por la acción de las levaduras naturales, había comenzado a fermentar. Este proceso natural produce etanol, el tipo de alcohol que se encuentra en las bebidas alcohólicas. Esta fruta madura y ligeramente fermentada era una fuente de calorías fácil de encontrar, pero tenía un problema: era tóxica para la mayoría de los mamíferos.
La “hipótesis del mono borracho”: Una ventaja para sobrevivir
Aquí es donde entra en juego la famosa “hipótesis del mono borracho”, propuesta por el biólogo Robert Dudley de la Universidad de California en Berkeley. Según su teoría, aquellos de nuestros antepasados que podían consumir esta fruta fermentada sin enfermarse gravemente tenían una ventaja competitiva. Tenían acceso a una fuente de alimento que otros no podían aprovechar, lo que les permitía sobrevivir mejor en tiempos de escasez.

No se trataba de emborracharse, ya que la concentración de alcohol en estas frutas era muy baja (entre 0.5% y 2%). Se trataba de obtener energía. El olor a etanol se convirtió en una señal para localizar fruta madura y nutritiva a distancia.
La mutación genética que lo cambió todo
La ciencia ha respaldado esta hipótesis con evidencia genética. Un estudio dirigido por el biólogo Matthew Carrigan y publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) identificó el momento exacto en que todo cambió. Hace aproximadamente 10 millones de años, un ancestro común de los humanos, chimpancés y gorilas experimentó una mutación en un gen responsable de la enzima alcohol deshidrogenasa 4 (ADH4).

Esta enzima es como un filtro en nuestro cuerpo, encargada de descomponer el etanol. La mutación hizo que esta enzima se volviera 40 veces más eficiente para metabolizar el alcohol. Este “superpoder” permitió a nuestros ancestros comer la fruta fermentada, digerir el alcohol rápidamente para obtener sus calorías y evitar los efectos tóxicos de una intoxicación prolongada. Aquellos sin la mutación, simplemente no podían competir.
Del bosque a la botella: ¿Por qué hoy nos da la “mala copa”?
Si nuestros cuerpos evolucionaron para procesar alcohol, ¿por qué hoy sufrimos de resacas y problemas de salud relacionados con su consumo? La respuesta está en la concentración. Nuestros genes están adaptados para procesar las bajas dosis de alcohol que se encuentran en la fruta fermentada, no las altas concentraciones que hemos creado artificialmente en la cerveza, el vino o los destilados.

En esencia, nuestra tecnología para producir alcohol ha avanzado mucho más rápido que nuestra evolución biológica. El sistema que una vez nos dio una ventaja para sobrevivir, hoy se ve sobrepasado por bebidas que contienen entre un 5% y un 40% de alcohol o más. La “mala copa” y la resaca son, en parte, el resultado de llevar a nuestro antiguo sistema genético a un límite para el que nunca fue diseñado.

Así, la próxima vez que disfrutes de una bebida, recuerda que detrás de ese acto social hay una historia evolutiva de 10 millones de años que fue fundamental para que la humanidad llegara a ser lo que es hoy.






