El caótico y emotivo adiós a Héctor Lavoe: así fue su funeral en el Bronx

Un 29 de junio de 1993, el mundo salsero se vistió de luto. Ese día, Héctor Lavoe, el eterno “Cantante de los Cantantes”, fue despedido por miles de fanáticos en un funeral que terminó siendo tan desbordado, desordenado y apasionado… como su vida misma.

Una despedida multitudinaria

El funeral se llevó a cabo en el Bronx, Nueva York, una de las zonas con más herencia latina en la ciudad. Desde temprano, multitudes se congregaron fuera de la funeraria Frank E. Campbell, en Madison Avenue, donde fue velado. Las filas eran tan largas que bloqueaban calles enteras. Entre los asistentes había fanáticos, amigos, colegas de la música, familiares y muchos curiosos.

Vestían camisetas con su rostro, portaban banderas de Puerto Rico y no faltaba quien pusiera en altavoz alguno de sus temas más emblemáticos como “El Cantante” o “Periódico de Ayer”. Era una escena donde el dolor y la celebración de su legado se cruzaban a cada paso.

Música, lágrimas y caos

El cortejo fúnebre avanzó con lentitud rumbo a St. Raymond’s Cemetery, en el Bronx, donde reposaban ya los restos de su hijo, Héctor Jr. Pero lo que debía ser una procesión solemne, terminó siendo un caos emocional y logístico.

La gente gritaba, lloraba, empujaba por acercarse al féretro. Algunos cantaban a todo pulmón mientras otros bailaban en las banquetas. La caravana fúnebre tardó casi seis horas en llegar, y el ambiente era tan tenso como conmovido. Se reportaron incidentes entre asistentes y hasta con la policía, que intentaba mantener el orden.

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“Llegó tarde hasta a su entierro”

Algunos bromearon —con el dolor en el pecho y el humor que solo un salsero entendería— diciendo que Lavoe llegó tarde hasta a su propio entierro, haciendo alusión a su estilo de vida indomable, su rebeldía y su manera única de desafiar el tiempo.

Y es que esa frase se volvió leyenda, como él. Porque el caos de ese día no fue más que una muestra viva del amor que su pueblo le tenía. Su música no moría; su espíritu seguía cantando entre la multitud.

Homenaje eterno

Lavoe fue sepultado inicialmente junto a su hijo en Nueva York. Sin embargo, en el año 2002, sus restos fueron trasladados a Ponce, Puerto Rico, su tierra natal, donde también descansa su esposa, Puchi Lavoe.

A más de tres décadas de su partida, su legado sigue vivo en cada descarga, en cada rincón donde suenan las congas, y en cada corazón salsero que lo canta como si nunca se hubiera ido.