“Discos Medellín”, el templo sonidero donde nacen los éxitos de la calle/ Historia sonidera pt. 3
Desde hace cuatro décadas, don Manuel Pérez García, de 60 años, es el alma detrás de Discos Medellín, una emblemática tienda ubicada en el local 7 de la calle Aztecas 79, colonia Morelos.
Apasionado por la música tropical y practicante de santería, don Manuel es considerado un sabio de los ritmos afroantillanos. De 10:00 a.m. a 6:00 p.m., recibe a sonideros especializados en salsa, cumbia, guaracha, son montuno y guaguancó, manteniendo vivo el espíritu del barrio con el lema: “Tepito existe porque resiste”.
En su tienda se pueden encontrar CDs, vinilos, mp3 y artículos vinculados al movimiento sonidero. Cuando no está en el mostrador, ambientaliza fiestas como Sonido Medellín.

—La tienda la empecé solo, pero ya sabes, cuando uno está chavo, anda en la fiesta. Así fue como conocí a mi cuate Javier Lemus, quien en ese tiempo tenía su sonido llamado Medellín —relata don Manuel desde el interior de su tienda, un espacio que refleja su identidad: sombreros vueltiaos colombianos, una playera de Héctor Lavoe, cuadros de santeros y de Ismael Rivera, además de imágenes de Willie Colón, el Grupo Niche y flyers de bailes sonideros adornan las paredes.

Don Manuel Pérez García, dueño de Discos Medellín, comenzó su tienda con distintos nombres como El Universo de la Salsa o La Crema de la Salsa, pero fue la amistad con Javier Lemus, creador del sonido Medellín, lo que dio origen al nombre actual. “Él se quedó con el sonido, y yo con la tienda”, recuerda don Manuel, quien también es ambientador sonidero bajo el nombre de Sonido Medellín.
Antes de adentrarse en la música, don Manuel fue restaurador de muebles antiguos y trabajó en la aduana de la Ciudad de México. Sin embargo, su pasión por la música tropical nació desde niño, mientras caminaba las calles del Barrio Bravo de Tepito, donde siempre ha vivido.

Su primer gran impacto sonoro llegó con “Pan de coco” de Los Caballeros de Colón, tema que se volvió un himno en Tepito, gracias a Sonido Casa Blanca. Hoy, menciona con orgullo a nuevos exponentes como Mariño y Kike Maracas, quienes le han dedicado temas como “Barrio salsero”, una canción que reivindica la riqueza cultural de la zona.
Don Manuel destaca que Tepito no solo ha dado personajes polémicos, sino también figuras del deporte, la literatura y la música, como Cuauhtémoc Blanco, Raúl “Ratón” Macías, Armando Ramírez, y grandes sonideros como La Changa, Pancho, Puma, Gloria Matancera y Casa Blanca.

Recuerda que en los años setenta, a los sonideros se les conocía como ambientadores, y muchos eran radiotécnicos expertos en sonido, como Sonido de Macario, quien rentaba equipos para fiestas. Uno de los momentos clave en la historia del barrio fue el papel pionero de Sonido La Socia, la primera mujer sonidera reconocida, quien incluso tuvo una amistad cercana con “Caito” de La Sonora Matancera.
—La Socia fue la primera mujer al frente de un sonido, dice don Manuel mientras ecualiza la bocina afuera de su local. Ramón Rojo (La Changa), antes de ser leyenda, le ayudaba a cargar los equipos.
Aunque La Changa llevó el movimiento a nivel nacional e internacional, don Manuel considera que sonidos como Gloria Matancera representan la esencia original: música de vecindad, sin tantos saludos al micrófono.

Finalmente, explica que el envío de saludos, tan característico de los sonideros actuales, nació cuando se incorporaron micrófonos y los operadores comenzaron a felicitar a los asistentes, pero antes, dice, la movida era más profesional y comprometida.
—Las nuevas generaciones son más estudiosas; por eso saben el momento exacto para mandar saludos —reconoce don Manuel, quien también destaca cómo algunos llegan a crear historias para acompañar las salsas románticas, haciéndolas más atractivas para el público.
Uno de sus grandes maestros fue don Pablo Perea, figura clave de la Dinastía Perea, a quien describe como una leyenda que ayudó a introducir la música tropical en México. Pablo fue quien le enseñó a buscar música fuera del país. De hecho, don Manuel viajaba por América y el Caribe en busca de discos únicos, aunque hace un año dejó de hacerlo por el aumento del dólar.

Recuerda con cierta melancolía cómo, en el pasado, la competencia entre sonideros era feroz, especialmente cuando se trataba de estrenar canciones inéditas en México. Muchos llegaban al punto de ocultar el nombre de las canciones y hasta tapar las etiquetas de los vinilos, todo con tal de preservar su exclusividad.
—Hoy los sonidos se han vuelto empresas —afirma—. Basta ver el espectáculo que montan y la cantidad de gente que convocan. Antes, dice, bastaba con la pasión por la música y el baile, incluso si no había paga. Ayudar a los sonideros era una forma de pertenecer al ambiente.
A pesar de los cambios y del paso del tiempo, Discos Medellín sigue siendo el mayor tesoro de don Manuel, un espacio donde la historia del sonidero y la música tropical continúa viva para todo aquel que quiera adentrarse en este mundo.
—Seguiré distribuyendo música a cerca del 70% de los sonideros, tanto aquí en Tepito, como en otras zonas de la Ciudad de México, e incluso en diferentes partes del país y del extranjero —afirma con convicción don Manuel.
