¿Por qué la década de los 80 convirtió a Cali en la ‘capital mundial de la Salsa’?
En la vibrante década de los ochentas, en Cali, la salsa se convertía en la banda sonora de la ciudad. Mientras el merengue dominicano arrasaba en Nueva York, la cuna del movimiento salsero, Cali mantenía su devoción por este género. Las emisoras de salsa alcanzaron su punto más álgido en esos años, inundando el dial caleño con este apasionante ritmo. Nunca antes ni después hubo tanta salsa en la radio local, tanto en emisoras dedicadas exclusivamente al género como en programas especializados. La nostalgia de esa Cali de los ochentas, tejida con música y aromas, tiene sin duda un sabor a SALSA, y gran parte de lo que la ciudad es hoy como la capital mundial de la salsa se lo debe a esta década.
Incluso antes de que comenzara la década de los ochentas, Cali ya se autodenominaba la Capital Mundial de la Salsa. Aunque aún le faltaba algo de reconocimiento, José Pardo Llada, un cubano que se convirtió en caleño en 1974, comprendió que el baile era una virtud y un deleite de esta ciudad. En 1974, organizó el primer campeonato mundial de baile de salsa y usó el lema de Capital Mundial de la Salsa para promocionar el evento. Años después, a solo una cuadra del parque donde Pardo Llada colocó un avión, se fundó la primera “viejoteca”, lugares dedicados a la nostalgia del baile que se multiplicarían por toda la ciudad.
Los años ochenta marcaron la entrada triunfal de Cali en el mundo de la salsa con el concierto de la Fania All Stars celebrado el 9 de agosto de 1980. Este supergrupo salsero, con miembros como Celia Cruz, Santos Colón, Cheo Feliciano, Pete ‘el conde’ Rodríguez, Adalberto Santiago, Ismael Quintana, Héctor Lavoe, Rubén Blades y Luigi Texidor, por nombrar solo a algunos, materializó un sueño largamente acariciado por César Tulio Araque Bonilla, un ex empleado de Emcali que, después de trasladarse a Nueva York en busca de sus sueños, regresó a Cali convertido en Larry Landa, un empresario de artistas cargado de salsa.
Durante esta década, otra banda se inmortalizó en Cali. El Grupo Niche, fundado por el músico chocoano Jairo Varela en Bogotá, se convirtió en parte esencial de la banda sonora de la ciudad. Su álbum “Querer es poder” de 1981, con canciones como “Buenaventura y Caney” en la voz de Álvaro del Castillo, conquistó los corazones de los caleños. Se convirtió en un éxito arrollador y llevó al grupo a ser invitado a la Feria de Cali de 1981, un honor que repetirían de forma ininterrumpida durante toda la década de los ochentas. Algunos de los fundadores de Niche, como el trombonista y arreglista Alexis Lozano, crearon en 1985 su propia banda, la Orquesta Guayacán, que también dejó una huella imborrable en la ciudad.
En los años ochenta, Juanchito y la Calle Quinta se convirtieron en lugares míticos para los amantes de la salsa. En cada rincón surgían grilles, fuentes de soda y lugares de baile improvisados, a veces en los antejardines y aceras. El baile se apoderaba de todos los espacios. Se crearon lugares emblemáticos como El Escondite, El Abuelo Pachanguero, La Manzana, Concord, La Jirafa Roja, Juan Pachanga y Agapito, por nombrar solo algunos. En 1982, un espacio diferente llamado la Taberna Latina, dirigido por Gary Domínguez, surgió en medio de la efervescencia. Este lugar se convirtió en un refugio para los amantes de la música, donde coleccionaban vinilos y compartían historias. Este espacio experimental sembró la semilla de lo que, en menos de diez años, se convertiría en el Encuentro de Melómanos y Coleccionistas, el evento más grande de su tipo en el mundo, que celebra su 30 aniversario este año. La Taberna Latina, situada en la Calle Quinta, comenzó a atraer no solo a los melómanos caleños sino también a músicos que visitaban la ciudad para contar sus historias y participar en jam sessions improvisadas.
En la década de los setentas, ya se habían escrito letras memorables dedicadas a Cali, como “Mi Cali